Sentía
dolores imaginarios
el mundo a
su alrededor se caía a pedazos
y se hacía
cada vez más pequeño e insignificante.
Le veía en
todos lados,
el amor se
le escapaba de las manos a cada instante
y se le iba
del cuerpo con cada suspiro.
Esperaba en
el parque sin decir palabra
a que
apareciera en la lejanía
solo para
saludarle de forma “casual e inesperada”.
Sabiendo que
no había nada
seguía esperándolo
todo
y se dejaba
engañar por su imaginación.
Recreaba
fantasías locas,
historias en
las que se entrecruzaban
recuerdos y
anhelos inútiles y vanos.
Perdía la
noción del tiempo,
se le iba el
día sin notarlo.
De repente
no sabía dónde se encontraba.
Caía
constantemente en los mismos vicios,
se veía
acorralado por su mente
estaba poseído
por sus propios demonios.
Luises Pérez